GRETA HAUSER / LUZ VERDE

Abril 2000
 
Las manos de Greta Hauser
   Los cuadros de Greta Hauser son grandes acercamientos monocromáticos de manos: solas a veces, otras sobre algún rasgo facial aislado o una cabellera despeinada, pero que siempre nos revelan qua al igual que la distancia, la excesiva proximidad produce la desaparición de la individualidad del sujeto representado.

Su punto de vista nos recuerda la proposición CCLXXI del Tratado de Pintura de Leonardo da Vinci, dónde señala que es "imposible que una memoria pueda retener todos los aspectos de algún miembro de cualquier animal. Imposibilidad que demuestra geométricamente la divisibilidad al infinito de cualquier cantidad continua."

Así en cada obra de Greta los fragmentos de un solo cuerpo se transfiguran en múltiples alhajas inusitadas que enriquecen nuestra visión por desdeñar toda seña de identidad reconocible para mostrarnos la inagotable riqueza del ser sin nombre oculto bajo todo nombre habitual.

Las manos son, después del rostro, las partes más expresivas de nuestra anatomía, las más difíciles de mirar sin leer en ellas algún significado específico. Dada su íntima afinidad con la escritura, las manos mismas tienden a convertirse en jeroglíficos, por lo que Greta Hauser, con la fina sensibilidad de una artista especializada en nuestras extremidades táctiles, evita toda alusión a cualquier lenguaje codificado como el alfabeto gestual de los sordomudos o los mudras tradicionales de la escritura hindú, para dejar que en sus obras las manos, manumisas al fin, vuelvan a expresarse libremente desligadas de todo código convencional.

La severidad monocromática de sus composiciones, semejantes a los patentes claroscuros de la mejor fotografía en blanco y negro, sirve para resaltar la rica esencia de su estrategia pictórica al evidenciar una infinidad de matices tonales inaccesibles a cualquier reproducción fotomecánica.

Al concentrarse en cierto fragmento de una cara o en algunos dedos que se sumergen al azar en el rayo de luz que los aísla las obras de Greta Hauser, como siempre lo hace el buen arte, nos enseñan a ver de nuevo lo que creíamos haber ya vist
o.
 
Texto: Arturo Rosenblueth
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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