LA CIUDAD Y SUS LAGOS | EDICIONES CLÍO


La ciudad es una gran obra de arquitectura
Teodoro González de León


Una obra que realizamos todos sus habitantes a lo largo del tiempo. Es una manufactura humana y, como tal, tiene un estilo: se hace de manera distinta y reconocible en cada lugar. Las ciudades mexicanas se parecen. Nos sorprende la similitud de sus áreas populares. Las producen personas con la misma cultura e ingreso. También se parecen a las áreas pobres de las ciudades latinoamericanas. Llevan el mismo sello que les imprimen pueblos hermanados por la cultura y la historia. Vista así, la ciudad es una construcción colectiva que nos retrata. La contrastada Ciudad de México es el retrato de nuestra sociedad contrastada y desigual. Ciudades más homogeneas, con menos contrastes, las hacen y las habitan sociedades mas homogeneas. Cuando digo lo anterior me estoy refiriendo a la imagen en bloque que da una ciudad y que es consecuencia de una complejidad de factores: la forma de ocupar el suelo, su densidad; la forma de construir y la relación de los volúmenes con el espacio publico; el color, la textura, la vegetación, etc. Los habitantes de la ciudad de Mexzico hemos construido una ciudad enorme en muy poco tiempo. Es tal vez la urbe que en menos tiempo –50 años – ha pasado de 2 a17 millones de habitantes.


Además, la hemos desarrollado en poco espacio: paradójicamente tiene alta densidad y poca altura ( 2 o 3 pisos en promedio ). Ha crecido sin planeamiento. Las obras de infraestructura no han servido para conducir, para darle rumbo, al crecimiento urbano. Se ejecutan, casi siempre, después que fraccionadores o invasores ocupan el suelo. Ha sido un proceso vicioso que solo ha servido para consagrar ocupaciones inadecuadas y riesgosas. Ese proceso se inicio en los cincuenta cuando la ciudad no llegaba a los tres millones de habitantes y había recursos para invertirlos en infraestructura y conducir el crecimiento.

Las autoridades tenían otras ideas: decidieron que la ciudad no debería crecer y que había que detener su crecimiento. La capital empezaba a recibir masivamente emigrantes del campo, al mismo tiempo que la población aumentaba su crecimiento. Doble fenómeno que muy pocos querían admitir. Se practico la política del avestruz: las autoridades del Distrito Federal negaron todos los permisos de ocupación y se taparon la vista ante la proliferación de invasiones y fraccionamientos que se desataron en las áreas contiguas del Estado de México. El desorden se multiplico por complicidades clientelares lamentables de grupos y partidos políticos que cerraban el circulo: conseguían los servicios. Durante medio siglo hemos tolerado la ocupación de lechos, de lagos y de ríos que requieren obras de protección costosisimas e ineficientes, porque estan fuera de escala de nuestras posibilidades.