ALBERTO KALACH | EL PARAÍSO ES UN JARDÍN
José María Buendía, uno de los pocos maestros de arquitectura, ha dejado muy claro a quienes pasan por su aula metafísica que la casa, el patio y el jardín son inseparables. En sus clases menospreciaba de manera provocadora obras maestras de la arquitectura porque ignoraban el espacio exterior como parte del todo. Podía demoler en un argumento los "necrófilos pilotis" de Le Corbusier o la caja miesiana divorciada de su entorno. Anteponía la experiencia sensorial por encima de lo conceptual, la secuencia más que el espacio único, la narración de una historia fantástica y no la demostración de una idea genial, el laberinto frente a la caja de cristal. El jardín, entonces, se convierte en parte de esa narración: velado, secreto, compartimentado, con aromas y frescores; es la parte viva de la construcción.
Tonatiuh Martínez, jardinero, veterinario y paisajista en el sentido más amplio, conocedor de la tierra y de las formas y costumbres ancestrales, habla de las plantas como las protagonistas del jardín, con sus relaciones y preferencias. Asocia y dispone las plantas como instrumentos de una orquesta pero bajo una temática natural.
Ambos, maestros, muestran que un buen jardín realza la arquitectura y puede esconder su vulgaridad. La arquitectura, a pesar de ser estética, cambia con la luz, provoca recorridos que alteran nuestra percepción, genera ambientes que, a su vez, crean estados de ánimo.
Los jardines son construcciones espaciales que siguen la trama de la arquitetura pero con una diferencia: la materia esta viva, crece, transpira, cambia de olores, de colores y de formas; el juego sensorial se multiplica y la paleta de materiales se abre a decenas alternativas que cambian con las estaciones y los días. Las flores se abren, se mueven con el viento; la luz se multiplica, los sentidos se expanden...El paraiso es un Jardín.
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